El problema de la lucha contra las drogas no es el dinero que cuesta ni los muertos que se lleva, sino que a la gente no se le puede decir que no haga lo que le gusta.
El fin de semana pasado me ofrecieron droga por primera vez en la vida. Y es raro, siendo yo un hombre de mรกs de 40 aรฑos que no ha vivido poco. Pero lo que me aterrรณ no fue eso, sino que quien lo hizo actuรณ con la naturalidad del que ofrece un vaso de agua; fue mรกs como un guiรฑo para que me integrara a la fiesta. Ahรญ entendรญ que el problema de la lucha contra las drogas no es el dinero que cuesta ni los muertos que se lleva, sino que a la gente no se le puede decir que no haga lo que le gusta. El tipo que me la ofreciรณ es una buena persona, exitosa, responsable, decente y honrada; injusto que por su gusto pueda ser estigmatizado como un desastre de ser humano y un promotor del crimen mundial.
Arrancando porque la guerra contra las drogas es un invento de Richard Nixon, ese sรญ un desastre, que un dรญa hace mรกs de 40 aรฑos saliรณ con el discurso de que eran el enemigo pรบblico nรบmero uno. Y todos le copiamos, al punto de que hoy se invierten miles de millones de dรณlares al aรฑo en un problema creado que, lejos de reducirse, aumenta a diario. Y va a seguir creciendo porque, repito, a la gente no se le puede prohibir aquello que le causa placer con leyes arbitrarias, con agendas secretas.
El mundo entero mete droga. La hace, la vende, la compra, la reparte y la comparte. La guarda en su mesita de noche y en bolsillos encaletados. La gente aspira perico y mete pepas, ya sea sola o en fiestas, para sentirse bien o para olvidar; no hay razรณn para decirle que deje de hacerlo. Polรญticos, actores, artistas, periodistas, pero tambiรฉn contadores y meseros; todos la consumen y luego se hacen los que no, o peor, salen a condenarla pรบblicamente. Esa hipocresรญa, aunque deleznable, es entendible. Como estรกn las cosas, nadie estรก preparado para la condena social que implica ser un drogadicto.
Si tomarse una botella de whisky de una sentada es socialmente aceptado, y hasta celebrado, y comprar un arma es visto como necesario en algunos lugares, comerse un รกcido no deberรญa ser un acto para hacer a escondidas, sino un derecho. Al revรฉs, resulta absurdo que comprar un arma para hacer daรฑo a otros estรฉ permitido, y que la droga, que es una decisiรณn personal, sea un problema. Dicen que la droga destruye el cerebro; tambiรฉn RCN, y no veo al Gobierno destruyendo televisores.
Nunca he metido, y no por cuestiones morales, sino por instinto de supervivencia. Ocurre que lo que me gusta me gusta mucho, a niveles casi de demencia. Una vez probรฉ la marihuana para escribir un artรญculo al respecto, y no me enganchรณ, porque pasa tambiรฉn que sabemos lo que no nos gusta a fuerza de probarlo. No me quiero dar un chance con drogas mรกs fuertes porque no sรฉ quรฉ serรญa de mรญ.
Lo sรฉ porque tengo problemas con el azรบcar, me tiene loco desde el dรญa que la probรฉ. Helados, brownies, chocolatinas, hasta frutas con alto contenido de ella; no puedo parar, tengo que comerla donde estรฉ y a la hora que sea. Es un milagro que no pese 150 kilos. El azรบcar es una droga; de hecho, hay un estudio que dice que produce en el cerebro efectos similares a los de la cocaรญna. El azรบcar te vuelve adicto: lo consumes, luego te da un bajรณn y vuelves a necesitarlo. ยฟHa visto a esos niรฑos hiperactivos y de mal genio? Puro sรญndrome de abstinencia de azรบcar. Les vuelven a dar y se calman. El azรบcar te agarra, te engorda y te deprime, por eso no entiendo que las gaseosas y demรกs productos que lo contienen sean legales, de venta libre y no lleven las mismas fotos desagradables que vienen en los paquetes de cigarrillos.
Ahora que lo veo bien, dudo si lo que me ofrecieron en esa fiesta fue azรบcar y no cocaรญna. A fin de cuentas producen lo mismo, se ven igual y mi amigo tiene claro que no meto droga, pero que muero por el dulce.
Por Adolfo Zableh Durรกn
tomado de www.eltiempo.com