Al principio todo era oscuridad (los únicos conformes eran los murciélagos y las polillas); entonces el lunes, La Madre creó al semen ardiente que irradia Vida y lo llamó “Sol”. A las estrellas; sonrisas del pasado y recuerdos de luz. A las luciérnagas que huelen a resplandor de esperanzas. A las miradas que difunden claridad. A la Luna, lado femenino de la noche que gobierna todo lo líquido del Universo: las lágrimas que liberan espíritus, el líquido complejo del cerebro, la sabia, las nubes de formas entretenidas, el impresionante río de Tambito, las gotas de páramo que alimentan bromelias andinas, el Océano Pacífico enjoyado de ballenas danzantes, las lagunas con deliciosos peces, las cascadas, tu saliva y la sangre.
Entonces La Naturaleza vio que era bueno.
El martes revolvió al mar y al Sol para darle origen al Verde… El Verde que proporciona camuflaje y sombra. Que da hojas desproporcionadas, frutos seductores y medicinas. Que da agua, insectos y flores hechiceras, que da caucho y vino, que da libros de poesía, aceites y semillas, que da oxígeno apacible, que da hongos, palmas, legumbres, musgos, maíz, tréboles, enredaderas.
Cuando el sol tiñó con achote al cielo, La Esencia Divina descansó bajo el sutil olor de una dormidera alba.
El tercer día creó a La Música; expresión de su propia armonía. La Música, creada a su imagen y semejanza. Creó los sonidos de las olas marinas y de la lluvia. Las cuerdas de Cuba, las flautas y tambores, las voces libres de los negros. Creó los truenos que atemorizan, las dulces y melancólicas armónicas, las aves que determinan territorios, el llanto, el jazz, la risa, las explosivas chicharras de Brasilia, el folclore, los latidos de los cuerpos, los susurros, el baile que fluye del alma, los idiomas que comunican, la cultura…
Y esa noche durmió arrullada por un riachuelo.
La Leche fue creada el jueves. Alimento para los pioneros que empiezan a crecer alrededor de juegos y canciones infantiles. La Leche blanca que revelan las mujeres. Leche cremosa que endulza y fortalece. Así como los árboles buscan el Sol, los bebés buscan el seno de sus madres.
El chocolate y el queso. Las ubres rosadas de las hembras. La Leche: expresión de armonía, pureza y sencillez.
Y vio que todo lo que había hecho estaba muy bien. De ese modo se completó el cuarto día.
El viernes por la noche fue creado El Veneno, y con él el equilibrio. Las ponzoñas, las espinas y aguijones se abrigaron con toxicidad y fueron un espejo de las brujas. Nacieron las coloridas ranas selváticas que llaman la atención de todos. Las serpientes pudieron salir a oscuras para cazar con sus colmillos mortales. Los amantes entendieron, entonces, el significado del amor.
Esa noche se acostó La Madre Soberana… y casi no puede dormir!
Al otro día, sábado de velas negras, creó Los Volcanes. El fuego, las entrañas y las rocas. Las montañas… el frío de las cimas, los animales que se distribuyen a lo largo de sus faldas. Creó las indiscutibles razones para ser feliz sobre la más alta. Creó cansancio y motivos de ascender.
El domingo las mujeres viejas ayudaron a coser al Viento. Entonces hubo cometas coloridas y alas. Hubo libertad. Hubo helados y bicicletas. El Viento trajo disculpas para besar, El Viento trajo al teatro y al desorden.
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