Por. Óscar Parra Castellanos
El Espectador 1 de septiembre de 2021
Yamile Salinas Abdala siempre nos pidió que, cuando la citáramos en un texto, escribiéramos su nombre completo, con el apellido de su madre. La recuerdo siempre frente a su biblioteca, con algún poncho que la cubriera del frío de los cerros, apacible, fumándose un cigarrillo y tomándose un café. Su estudio, lleno de documentos y de libros sobre la violencia y la tierra en Colombia, mostraba cuál era su principal obsesión profesional: documentar cómo empresarios, políticos, servidores públicos y paramilitares estaban relacionados de diferentes maneras en un enorme negocio de acumulación de tierras, a costa de campesinos pobres, comunidades indígenas y afro.
Desde que la conocí, hace casi 10 años, nos abrió las puertas de su casa, de sus archivos para que pudiéramos contar desde el periodismo, esas dolorosas historias llenas de vericuetos legales, en las que humildes familias terminan enfrentando a alguna empresa palmera de algún exministro o una minera multinacional con señalados vínculos con el paramilitarismo. Y cuando digo que nos abrió las puertas, me refiero a que su apartamento era una romería de periodistas que querían escuchar sus consejos para entender y escribir con rigor sus reportajes.
La vida apacible que llevaba en su casa contrastaba con las peleas que daba en sus investigaciones. Durante sus últimos años, escribió varios informes con el respaldo de Indepaz, en los que exponía una hipótesis que fue consolidando con el tiempo: desde mediados de los noventa, se perfeccionó una fórmula para quedarse con grandes cantidades de tierra de campesinos y comunidades étnicas, para luego montar en esos predios enormes negocios agroindustriales, agroforestales, minero-energéticos o de infraestructura.
La fórmula incluye la masacre y el desplazamiento de estas comunidades para vaciar sus territorios, para luego formalizar el robo de sus tierras. Entre los personajes que crearon y han perfeccionado esta ‘receta’, se encuentran poderosos políticos, expresidentes, exministros, congresistas, militares, paramilitares que buscaban lavar sus fortunas y empresarios poco transparentes, que venden cualquier cosa, hasta su conciencia.
Esa relación entre empresarios, políticos y mafia, unidos por el paramilitarismo, fue el eje de una de sus mayores investigaciones, la del parqueadero Padilla en 1998, cuando un grupo de funcionarios de la Fiscalía allanó un predio lleno de documentos con la contabilidad de las autodefensas de Carlos y Vicente Castaño. Una historia que muestra el nivel de involucramiento del establecimiento con la máquina de la muerte de las Auc. Yamile frecuentemente decía que si la justicia hubiera actuado adecuadamente con los hallazgos del operativo del Parqueadero Padilla, se hubieran podido parar la matanza que se seguía extendiendo por todo el país.
Por supuesto, todo su trabajo la puso en peligro. Las intimidaciones no faltaron, especialmente de los empresarios que amenazaron con demandarla por lo que contaba en sus informes.
Mientras trabajé en Verdad Abierta y luego en la dirección de Rutas del Conflicto, siempre fue una consejera desinteresada y bondadosa. Una maestra. Dentro de la redacción de Rutas del Conflicto, la llamábamos el ‘oráculo’, recordando ese personaje de la película Matrix, que atendía a sus visitas con galletas, mientras les daba información implacable sobre el destino de sus vidas. Cada vez que teníamos una duda, ella siempre estaba atenta a sugerir, a corregir, a acompañar.
Durante el último año, en Rutas del Conflicto tuvimos la enorme fortuna de tenerla como compañera de trabajo. A su traje de abogada rigurosa, le sumó una nueva faceta, se convirtió en la directora editorial de una serie animada para Internet (¿Cómo nos quitan la tierra?), apoyada por la Fundación Heinrich Böll, en la que contamos parte del trabajo de toda su vida. Se volvieron famosas las discusiones entre ella y el resto del equipo, para poder contar de manera sencilla, historias tan complejas en lo legal, sin exponernos a una demanda.
Durante los últimos meses estábamos construyendo la segunda temporada. El día que murió, Yamile iba a ver el primer episodio, sobre una empresa, que terminó legalizando los torcidos de un esmeraldero, respaldada por los últimos gobiernos, y que acumuló miles de hectáreas a costa de comunidades indígenas sikuani. Era una historia que sentía muy cerca, porque parte de su infancia la pasó en las sabanas del Meta.
También asesoraba un manual de la organización Consejo de Redacción para cubrir desde el periodismo estas historias de acumulación de tierras. Queríamos verla sentada en el lanzamiento de este libro a finales de este año.
Pero su tiempo se agotó y se fue, sin poder agradecerle por tanto. Yamile, nuestra amiga y maestra, se fue y deja un profundo vacío. Un abrazo enorme a su familia, a Camilo y a Natalia. Todos los compañeros de Yamile Salinas Abdala en Rutas del Conflicto, los acompañan en este dolor tan grande y tienen todo el compromiso de seguir trabajando para difundir su legado, tan necesario para el país.