El episodio no puede ser más que ridículo. Un hombre da la orden de arrancar de raíz unos sembrados de yuca y auyama que no llevan más de dos meses. No fueron sus manos las que se tomaron el tiempo de cultivarlas, pero eso no importa porque la tierra en donde yacen es de su patrón. Los defensores del cultivo, por más que intentan detenerlos, nada logran. El resultado, ya previsible en su egoísmo, nada para ti, nada para mí.
En nombre de la ley
