Ilusiones por el centro

Por Indepaz

 Definir la política por la nebulosa que no se identifica con ninguna opción es perder la brújula y la disputa por el centro es insensata si se limita a camuflarse con la indefinición o a especulaciones aritméticas sobre como formar mayorías.

 

 

 

En estas épocas de grandes angustias el alma colectiva, o aquella ficción que se conoce como opinión pública,  aparece marcada por el eclecticismo,  las rápidas oscilaciones a derecha o izquierda, el pragmatismo anclado a la necesidad inmediata y en el rechazo a programas de largo plazo y grandes exigencias.  Las noticias son propicias para esa indefinición que se conoce también como “ síndrome del centro” :  la recesión económica mundial sigue su curso, la tasa de desempleo llega a dos dígitos en todas partes y amenaza pasar la línea del 15%,  la clase media se desmorona y los más fuertes que se sienten amenazados miran al Estado para que les sirva de tabla de salvación y socialice las pérdidas. Para  el síndrome centrista no es tiempo de grandes ilusiones sino de demanda de paracaídas y de conjuros para alcanzar el  mal menor.

En Colombia no se escapa a la  ola mundial que es en esencia conservadora y en este periodo de definiciones políticas toma fuerza la idea de  sintonizarse con la corriente y orientar las estrategias a la disputa por el centro. Unos deciden definirse como el centro mismo y otros como centro derecha o centro izquierda  y se inventan toda suerte de discursos para atacarse en tanto falsos interpretes de ese estado  anodino. En lugar de presentarse con sus programas intentan camuflarlos al va y viene de encuestas y cálculos electorales.

Detrás de cámaras encontramos en realidad tres bloques diferenciados: El uribista que se promueve como el continuador de la seguridad democrática, neoconservador en política y economía, defensor de un modelo minerogroexportador y de reparto territorial violento; necesitan un Estado Autoritario y una estrategia de guerra permanente. El liberal que quiere otra fase de la “ seguridad democrática”  con ajustes, un postneoliberalismo sin grandes rupturas y una preservación del pacto constitucional de 1991. A la izquierda se ubican las alternativas de izquierda con el PDA como referente, que proponen desarrollo humano, solución política de paz, modelos de economía mixta o de mayor intervención estatal y transformaciones democráticas y redistributivas, de ampliación del Estado Social de derecho.

Pretender la unión de dos de esos bloques por el lado que se mire es imposible. Definir la política por la nebulosa que no se identifica con ninguna opción es perder la brújula y la disputa por el centro es insensata si se limita a camuflarse con la indefinición o a especulaciones aritméticas sobre como formar mayorías.  Este tablero es bien interpretado en el uribismo que está dedicado a buscar unificarse, el liberalismo se sentó en el centro y quiere jalar indecisos de lado y lado y, entre tanto el PDA se deja  enredar por la ilusión  y muchos entre los más lúcidos parecen olvidar que para poder maniobrar en tiempos borrascosos, frente a adversarios implacables y opiniones gaseosas es ineludible primero cohesionar el bloque propio y de los más afines.  Lo demás es confundir la estrategia con la ingenuidad.