El día que el establecimiento mató a Jaime Garzón (año 1.999), en un noticiero de TV el comentarista deportivo Cesar Augusto Londoño despidió su sesión con esta frase: “Hasta aquí los deportes… País de Mierda”. Nadie dijo nada, nadie protesto, nadie adujo que estas no son palabras para un noticiero, nadie preguntó que hace un periodista deportivo metiéndose con la realidad del país; la gran mayoría sentimos que esas palabras interpretaban plenamente nuestra impotencia. Cesar Londoño expresó lo ira, la tristeza, el sentimiento nacional de ver el país desmoronarse entre las manos de unos pocos y no poder hacer nada. Esa es la misma impotencia que sentimos una parte de los colombianos ante la Colombia actual que es una copia ampliada de aquella del 99.
Es verdad, ustedes, y otros, como actores del conflicto armado, el cual escalaron sin miramientos, ayudaron a constituir este país de mierda que tenemos. Pero anteriormente, desde la conformación de la república, y hasta hoy, ha actuado esa casta política y económica que se niega a construir una Nación y que solo quiere aprovecharse de la situación histórica de dominio para atesorar con base en la inequidad y el desconocimiento de las poblaciones locales, y que ha llenado de violencia, humillación y condiciones indignas de vida a las mayoría de los colombianos y sobre todo a las colombianas.
Ustedes y ellos han creído que el fin justifica los medios; medios que han aplicado contra la vida y los derechos de las personas y comunidades.
Hay una diferencia entre ustedes y esa casta: ustedes realizaron su accionar direccionándolo al cambio de las situaciones desiguales en el país, y la casta política y económica direcciona su actuar por intereses egoístas, aferrándose a lo establecido para que nada cambie y se siga dando la explotación que ellos hacen y la expropiación de derechos de comunidades y poblaciones.
Después de 50 años de infructuosa guerra, ustedes hicieron eco del clamor popular por la solución política del conflicto armado y abordaron un proceso que ha dado como resultado que hoy ya no existen como actor armado, pero continúan su lucha como actor político y social que tiene la firme decisión de incidir de manera contundente en la transformación del país.
Las castas dominantes luego de años y años de manejar ante la opinión publica un discurso contra la guerra y por la paz, cuando se dieron cuenta que el proceso, que ustedes como FARC emprendieron, iba en serio, se despojaron de su disfraz de dulces palomas y decidieron apostar abiertamente por la continuidad de la guerra. Saben que su poder y permanencia en el mismo son directamente proporcionales a la violencia que exista en el país. Son nada sin la guerra.
En esta etapa de posacuerdo, esa casta política ha mostrado toda su capacidad de disociar y ha utilizado el aparato económico, político, militar y comunicativo, para impedir que los acuerdos por ustedes logrados con el Estado colombiano, y aplaudidos y apoyados por la comunidad internacional, tengan cumplimiento.
Hemos visto cómo no se ha cumplido con una gran parte de lo pactado entre ustedes y el gobierno nacional: desde la burocracia estatal de un gobierno firmante del acuerdo, no se garantizaron siquiera las mínimas condiciones campamentarias y de reincorporación; el Congreso de la República desbarató la Reforma política, colocó en el limbo la participación política de las víctimas y comunidades afectadas, y puso limites imposibles a la verdad y la justicia (sacando del universo de actores a los victimarios que hacen parte del Establecimiento); el mismo presidente de la República, con su Nobel de paz bajo la manga, está cambiando la reforma rural integral pactada en el acuerdo hacia una contrareforma que legaliza la expropiación hecha a las comunidades por medio de la violencia, entrega los baldíos a la agroindustria y apuesta abiertamente por un modelo de desarrollo en donde no hay economías campesinas ni comunitarias. En ese modelo no caben tampoco las poblaciones cocaleras, pues su transición hacia una situación diferente a la de producción de cultivos de uso ilícito solo es concebible en medio de economías locales fortalecidas en su conjunto; quizá la guerra prolongada del Estado contra los campesinos cocaleros sea utilizada como un escalón necesario para acabar con el campesinado e invadir los territorios; tal como se está presentando en este momento con la manera burda en que se maneja el punto 4 del acuerdo.
No se logra entender cómo unos pocos actores armados (autollamados disidencias, EPL, ELN, BACRIM, paramilitares) logran hacer copamiento militar de varias zonas del país, y atentar de manera permanente contra las redes y organizaciones sociales, la vida y honra de las personas, mostrando una incapacidad del Estado para hacer presencia institucional. La percepción de inseguridad seguramente será aprovechada por la Fuerza pública para mantener un presupuesto que es de los más altos de la región. Esta incapacidad estatal (estrategia de tierra arrasada dirían otros) conspira a favor de quienes quieren mantener la guerra en el país, a la vez que orienta el posconflicto claramente en contra de los sectores populares.
Esta es Colombia. Ustedes lo van viviendo en carne propia y aunque apostaron por una transformación resultado de la firma del acuerdo de paz, ahora tendrán que moverse en esa tierra movediza en que nos movemos todas las personas de este país (exceptuando a quienes actúan como sus dueños). En este momento todos los analistas y veedores de la implementación de los acuerdos le reconocen a la FARC su coherencia y compromiso con la paz y con la actuación política sin armas.
Es posible que muchos sectores u organizaciones sociales les miren aún con desconfianza por todas las huellas y dolores que ha dejado el conflicto armado. De manera inmediata se tendrá que abordar todo lo referente a los derechos de las víctimas de Verdad, Justicia, Reparación y Garantía de no Repetición. A la opinión pública se la ha vendido la idea de que son ustedes los únicos que tienen que responder por esto, pero con el paso del tiempo tal vez el país logre comprender la complejidad del conflicto armado, y se conozcan los actores y determinadores de mucha parte de la violencia que hemos vivido. Sin negar la justicia que se debe aplicar contra quienes de ustedes hayan actuado por fuera de las normas de la guerra, tal vez, el país valorará históricamente el compromiso, que están ratificando, de responder abiertamente por la parte que les corresponde.
Independientemente de las dificultades actuales, los colombianos y colombianas iremos comprendiendo que la FARC (Fuerza alternativa revolucionaria del común) es un necesario actor en el posacuerdo, imprescindible en la construcción de una paz positiva incluyente y con justicia social. Es posible que unos y unas coincidamos o no con su ideario de país o con su propuesta política electoral, pero no podemos negar que son integrantes del proceso popular y que buscan una paz con equidad y justicia social.
Más temprano que tarde, les estaremos diciendo: bienvenidos y bienvenidas al torrente de iniciativas para el cambio de país.
Henry Caballero Fula
Integrante Espacio Regional de paz del Cauca.
25 de diciembre de 2017