Vamos de cumbre en cumbre sin que por lo pronto se tenga claro para donde vamos en esta crisis múltiple que se ha desatado en el mundo. Todos los poderes se han convocado para repetir que la crisis financiera que estalló a finales del 2008 fue el inicio de una ola que se ha venido transformando en crisis económica y que amenaza crecer hasta una depresión sin antecedentes. Los más dramáticos entre los comentaristas vuelven al apocalipsis y advierten con exageración que “El capitalismo mundial y sus fantasías sobre la mano invisible del libre cambio está teniendo su muro de Berlín”.
Los síntomas los repiten presidentes, nobeles en economía y hasta banqueros impúdicos que siguen ocultando sus balances. Las economías siguen hacia abajo y se pronostica crecimiento cero en el 2009. Se habla de 18 millones de desempleados para el fin de año y del aumento de los pobres e indigentes en todos lados pero sobre todo en donde ya la mayoría está por debajo de la línea de pobreza. Y mientras eso pasa en el mundo, en estos países de América Latina las expectativas son también negativas son el cierre de los mercados del norte y la caída de los precios de las materias primas; la inversión extranjera se está reduciendo y la presión por flujos netos positivos de remesas y capitales está en aumento; las tasas de desempleo están retornando a los dos dígitos y se anuncia inflación y devaluación a distinta medida.
Lo grave de todo este panorama es que ya comenzaron las recetas desde el BID, el G20 y el FMI sin hacer una lectura adecuada de los signos de esta
crisis. La palabra del día es “recapitalizar” y con eso dan la gran noticia: recapitalizar al BID y al FMI para que presten a los países en alto riesgo de modo que puedan honrar deudas y contener la caída de la demanda. En esas esferas es impensable que reconozcan que lo que fracasó que el modelo del libre mercado como base del desarrollo sostenible o que colapsó la idea de crecer a partir de subsidios y ventajas a los más ricos para que se encargaran de jalar el vagón de los asalariados o microempresarios.
Los más audaces entre los analistas del poder mundial llaman a repetir formulas keynesianas que fueron efectivas ante la depresión de los años 30. Pero los burócratas de la banca mundial se entretienen haciendo ligeros ajustes a sus viejas fórmulas, cambiando la etiqueta para la misma medicina. La receta ahora es crédito para infraestructura, servicios públicos, sistemas de salud. Claro está que con los operadores de la privatización de las dos décadas precedentes. Como gran cosa se ofrecen cupos de endeudamiento sin que se diga por ahora si las condiciones serán las de siempre o se limpiaran de las arandelas costosas e impositivas que siguieron al insepulto consenso de Washington.
La Cumbre de las Américas parece destinada a repetir lo que ya se dijo en Medellín y en Londres en las otras cumbres. Tranquilos que se conjugará el verbo “recapitalizar” en varias lenguas que servirá para amortiguar la caída y sobre todo para mitigar el cambio climático de los negocios multinacionales. Quedan por verse los milagros y que desde esa Cumbre se ofrezca algo realmente novedoso. La gravedad de la crisis y la responsabilidad primera de las pirámides financieras y la volatilidad del patrón dólar no se afronta con más crédito barato y más apertura del sur con proteccionismo en el norte. El ascenso del nacionalismo latinoamericano en respuesta a la inequidad y desregulación oligopólica está sometido a su más grande prueba: se acomoda
a la formula de los ajustes recapitalizadores o ofrece una ruptura creativa para afrontar la crisis desde la integración latinoamericana, la equidad, la redistribución, economía mixta, regulación con más Estado Social, control efectivo de los recursos naturales y aprovechamiento democrático de las revoluciones tecnológicas. Y esto para comenzar.