La respuesta al autoritarismo y al abuso del poder, si quiere transformar a la sociedad para bien, sólo podrá surgir de la moderación, del respeto por las normas democráticas y de la moralidad de las acciones.
Alerta desde Honduras
Los recientes acontecimientos de Honduras hubieran sido vistos hace treinta años como un suave y delicado cambio de gobernante, y los militares tal vez admirados por no haberse quedado ellos con el poder. Era el tiempo en que los golpes de Estado, cruentos y grotescos, hacían parte cotidiana de la vida política de Latinoamérica.
Hoy es bien distinto. Pero incluso, en un ambiente tan diametralmente opuesto a esos años setenta, llama la atención la decidida respuesta de la comunidad internacional ante este hecho. El mensaje desde muchas partes es el mismo: las formas y las maneras como que se hacen las cosas si importan. Este es fundamento y cimiento de la democracia, así algunos piensen que no, qué lo más importante es la “efectividad” a toda costa.
Manuel Zelaya era un mandatario de “regulares” credenciales internas y externas. Tenía muchos cuestionamientos por sus negocios privados, por actos de corrupción, por la manera como ejercía el poder de forma antidemocrática, y por su estrategia evidente de ir quedándose con más y más poder para sí, empezando por la propuesta de una reelección inmediata a como diera lugar.
Sin embargo, una forma debía respetarse: su periodo presidencial que finalizaría a principios del año entrante. Para contrarrestar sus abusos estaban todos los instrumentos que la misma democracia dispone, como el control político desde el legislativo y la autoridad de los jueces. Claro que en ocasiones se presentan dificulates para que operen estos controles cuando un gobernante erosiona la división de los poderes públicos.
A pesar de ese ejercicio inmoral del poder, hay que evitar a toda costa responder con la misma inmoralidad. Esta fue la gran enseñanza de Gandhi. Junto a su retiro de facto de la Presidencia, lo más grueso del caso Zelaya fue su salida del país, porque la pena de destierro está proscrita en las constituciones del mundo y es violatoria de los derechos humanos más fundamentales. Si el presidente Zelaya cometió delitos, la Constitución hondureña contempla procedimientos para procesarlo penalmente, retirarlo del cargo y privarlo de la libertad. Lo que no se podía era montarlo en un avión y sacarlo del país. Como tampoco se le podía impedir su regreso.
La respuesta de la comunidad internacional ha sido consecuente con una valoración diferente a la de que se hacía en décadas pasadas sobre estas rupturas abruptas de la democracia y sus reglas. Lo triste de este evento es que una serie de sanciones económicas serán sufridas por la gente más pobre de este pobre país. Siempre en las pujas por el poder es la gente sin poder la que sufre las consecuencias.
Los hechos de Honduras también llaman la atención sobre otro tipo de ruptura democrática que se está dando en el continente: el abuso del poder y el irrespeto a procedimientos y formas para deformar las instituciones con el fin de permanecer más tiempo en el poder y manejar el Estado autocráticamente. Venezuela, Colombia y Ecuador son los ejemplos más claros. En el camino está Bolivia. Y es la vía que estaba pavimentando Manuel Zelaya.
Ante este tipo de abuso la respuesta de la sociedad y de los actores políticos no puede ser otro abuso, que de seguro será más fuerte para neutralizar el primero. La respuesta tiene que ser siempre en apego a los instrumentos que da la democracia. Este es el gran desafío. No se pueden remplazar perversas estructuras de poder con otras rancias y también perversas.
La respuesta al autoritarismo y al abuso del poder, si quiere transformar a la sociedad para bien, sólo podrá surgir de la moderación, del respeto por las normas democráticas y de la moralidad de las acciones.
Nota: Es salida de toda lógica la investigación al senador Jorge Enrique Robledo por vínculos con las FARC. Quienes conocen su trayectoria, su conducta privada y pública saben que ésta es una acusación temeraria. Recuerda la cacería de brujas del senador McCarthy en Estados Unidos a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta.
Alguien podrá estar en desacuerdo con Robledo por sus convicciones sobre el Estado, la política o la economía, pero no puede dudar de su trabajo transparente y sin ningún vínculo con actores armados.
ricardocorrearobledo@gmail.com