Columnista: Francisco Javier Cuadros
El conflicto en Colombia no solo se da en tรฉrminos de violencia armada. Han sido muchos los acadรฉmicos y lรญderes sociales que han insistido en que la confrontaciรณn tambiรฉn es social y polรญtica, y que se manifiesta en el dรญa a dรญa. Eso quiere decir que, entre otras, una dimensiรณn del conflicto habita en el lenguaje y esa sรญ que es importante desescalarla.
Lejos de los disparos, en la cotidianidad de la sociedad urbanizada, se utilizan adjetivos para seรฑalar a algunas de las partes en la confrontaciรณn, o para seรฑalar a algรบn ciudadano que coincide con ideas de alguna de los actores en armas. โMamertoโ o โparacoโ, por citar dos ejemplos, estรกn a la orden del dรญa como una descalificaciรณn del otro, que ocurre al tiempo que sube el espiral de la contienda armada.
El 20 de julio de 2015 tiene un significado especial. Es el inicio de un periodo de 122 dรญas, estipulado entre el Gobierno y las Farc, para desescalar el conflicto armado y avanzar รกgilmente en acuerdos que permitan anunciar el acuerdo general que dรฉ por terminada la guerra que se ha prolongado por 50 aรฑos. Finalizado este tercio de aรฑo las partes harรกn un balance y definirรกn si continรบan o, definitivamente, abandonan el proceso.
De llegar al 20 de noviembre con avances mรกs significativos que los alcanzados hasta el momento, se podrรก anunciar que el proceso de paz ha llegado a un punto de no retorno. El reto, bastante grande, debe asumirse con toda responsabilidad, pensando en el momento histรณrico y en la construcciรณn de paรญs. Y puede comenzar a enfrentarse si cada uno de nosotros asume el llamado que ha hecho el presidente Juan Manuel Santos para desescalar el lenguaje. En el fondo, se trata de una ventana de oportunidad para la sociedad.
La propuesta de desescalar el lenguaje no es una โpendejadaโ simbรณlica, como algunos han dicho. Por el contrario, es una propuesta bastante sensata. Saben los analistas polรญticos y de conflictos que la confrontaciรณn se da en planos estructurales, directos y simbรณlicos. Los simbรณlicos tal vez son los planos mรกs poderosos, es en estos donde se da legitimidad a la confrontaciรณn, y allรญ todos tenemos responsabilidad. Unos mรกs que otros, pero a la larga todos jugamos ese ajedrez.
En el plano de lo simbรณlico, donde se manifiesta el lenguaje, estรกn las palabras y en ellas algunos valores, signos y sรญmbolos que definen las conductas. A travรฉs del lenguaje se ha dado legitimidad a masacres, a la muerte, a la persecuciรณn, al encarcelamiento, a todo tipo de conducta. Todos recordamos โo hemos repetido- frases como: โlos mataron, en algo andarรญanโ.
Si es que queremos desescalar el lenguaje debemos partir de la humanizaciรณn del otro. Se trata de abandonar la โanimalizaciรณnโ o โcosificaciรณnโ del contrario. Por ejemplo, en el caso del contradictor armado, deberรญamos condenar el uso del โchuloโ o de la โrataโ, y hablar de soldado y guerrillero. Cuando damos status de humano a quien estรก del otro lado de la barricada se regula de inmediato la acciรณn militar y se valora la vida.
La otra tarea para desarmar el lenguaje es el reconocimiento. No basta con humanizar al otro, se trata de reconocer sus motivaciones, contextos y comportamientos. Esto es mucho mas difรญcil, pues implica dar reconocimiento a las causas y conductas que condujeron al levantamiento armado de la insurgencia y tambiรฉn a entender las razones de defensa del Estado y de mantenimiento del status quo.
Este paso es tal vez el mรกs difรญcil en una sociedad individualista. Es ponerse en los zapatos del otro. Calificativos para hacer referencia al contrario como โterroristaโ, โparacoโ, โasesinoโ o โhampรณnโ, entre muchos, alejan la posibilidad de saber realmente quien es el otro y entenderlo en la diferencia.
Sin reconocernos como humanos, el dialogo tendrรก un final estรฉril. Las partes de la mesa de La Habana, y la sociedad colombiana en general, deben asumir estos cuatro meses como una prueba piloto, donde pongamos en prรกctica el desescalamiento del lenguaje. Si es asรญ, seguro que el 20 de noviembre de 2015, al cumplir el periodo establecido, diremos y celebraremos que se ha cambiado el curso histรณrico de Colombia.
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