Introducción
El total de la energía eléctrica en Colombia era 18,8 GW de capacidad instalada en 2023 y en mayo del mismo año se habían registrado proyectos para la producción de energía solar fotovoltaica con 26 GW. De ese total solicitado, el 31% de la capacidad ya tenía aprobación o registro vigente para producción en firme (UPME, 2023).
Estas cifras indican que en un mundo ideal solo con el desarrollo efectivo de los proyectos de energía con fuente solar se podría cubrir la totalidad de la demanda adicional de energía eléctrica en Colombia hasta 2035. Con una aceleración similar de esa expansión hacia 2050 se llegaría a cubrir buena parte de la demanda de energía para la electrificación del transporte masivo urbano y del transporte particular.
El salto energético fotovoltaico, teniendo en cuenta solo el potencial derivado de la irradiación significa, en el papel, la posibilidad de pasar de una capacidad instalada de 946 MW en 2022, a más de 40.000 MW a la altura de 2050 solo por esta fuente de energía (Tabla 5).
En el mundo real los problemas técnicos y sociales deben incluirse en las ecuaciones no lineales para evaluar la real capacidad de expansión. Para que todo lo registrado se convierta en suministro de energía a los consumidores deben cumplirse todas las fases y superarse problemas de trámite, licencias sociales, licencias ambientales, cupos, problemas de redes y vicisitudes por incertidumbre en burocracia, políticas y precios. A precios de 2023 semejante expansión requeriría una inversión superior a US$60.000 millones de dólares. También se necesita considerar los problemas de almacenamiento y distribución de una energía cuya fuente es intermitente y de alta dependencia de equipos y materias primas no renovables de origen externo y con precios en fuerte disputa.
Con todos los obstáculos por superar, aún en el escenario más conservador, la dimensión de los registros muestran un potencial extraordinario para un salto en energía fotovoltaica en esta década.
Los compromisos de Colombia ante la comunidad internacional establecieron metas de diversificación de la matriz de energía con un papel importante de la electrificación basada en fuentes de energía renovable no convencional para el consumo de electricidad en el transporte, industrias, luz eléctrica y generación de calor. La estrategia de la transición incluye lo que se ha denominado la explosión solar y al tiempo exige continuar con la hidroenergía logrando el mantenimiento de las grandes hidroeléctricas que están en operación y desarrollando de manera sostenible las pequeñas, avanzar en el uso de otras fuentes renovables no convencionales como la biomasa, eólica, geotérmica, de las mareas y nuclear.
En este artículo se destaca el lugar central que puede cumplir la energía solar para responder al crecimiento del consumo en un escenario en el cual la producción de energía de fuentes fósiles tendrá un papel decreciente según la tendencia de los hallazgos, condiciones crecientes de costos, disminución de tasa de retorno y circunstancias internacionales.
Un salto colosal como el que está en curso ofrece oportunidades, pero también encierra riesgos, retos y problemas nuevos que establecen límites. Una evaluación general de este conjunto de dimensiones lleva a subrayar la importancia de inscribir la “explosión solar” en regulaciones efectivas para garantizar la soberanía energética y el manejo de un nuevo tipo de conflictos territoriales y mineros. Esa regulación debería buscar el aumento progresivo de capacidades técnicas y científicas nacionales, sustitución de importación de equipos, la diversificación de la matriz energética, la justicia y democracia en la energía y el ambiente, el ordenamiento ecosocial del territorio, el fortalecimiento del papel del Estado como productor y regulador, el cumplimiento de la transferencia de tecnología y pago por daños causados por las potencias contaminantes según el Principio de Responsabilidad Común Diferenciada, el control a oligopolios y a la imposición de precios abusivos.