Ocurriendo en la India, una sociedad tan particular y única, esta cinta es el espejo de muchos dramas contemporáneos que aquejan a muchos sociedades, incluida Colombia. Es una denuncia sobre grandes males sociales.
La película india “Quien quiere ser millonario” es el evento cinematográfico del momento.
Haber ganado varios premios Oscar siendo una película del tercer mundo la ha catapultado como un suceso de primer orden en el plano mediático. Casi todos nos hemos enterado de la existencia de esta cinta, ya la hemos visto, o por lo menos hemos leído o escuchado comentarios sobre ella.
El resumen recurrente de los medios y de los comentaristas de cine es que la película trata sobre las peripecias para sobrevivir de un joven muy pobre de la gigantesca ciudad de Mumbai (18 millones de habitantes), desde su misma infancia; y cómo su propia vida es la fuente que le permite conocer las respuestas correctas del concurso “Quien quiere ser millonario”, del mismo que se ve en Colombia.
Si bien se ha destacado que la película muestra la vida de los barrios más pobres de la India, su más profunda dimensión, a mi parecer, no ha sido explicitada.
Ocurriendo en la India, una sociedad tan particular y única, esta cinta es el espejo de muchos dramas contemporáneos que aquejan a muchos sociedades, incluida Colombia. Esta no es una película sobre anécdotas personales, es una denuncia sobre grandes males sociales. Sus imágenes son altamente perturbadoras.
Jamal Malik, su protagonista, pierde a su madre como consecuencia de disturbios originados por la intolerancia religiosa y su victimización como musulmán. En completa orfandad vive de las sobras que consigue junto a su hermano en un basurero, donde es “reclutado” por un mafioso de mendigos que explota a decenas de niños, recurriendo a los tratos más crueles que se puedan imaginar. Unos años más adelante, en la adolescencia, su hermano de sangre y de camino, se convierte en un aprendiz de sicario y entra al servicio de un jefe de la mafia, historia tan curtida en nuestro país.
Latika, una niña con quien comparte su infancia y a quien Jamal ama desde un principio, siempre está al borde de la prostitución forzada y vive en su juventud como rehén del poderoso mafioso. Jamal es torturado por la policía en una flagrante violación de los Derechos Humanos, bajo la sospecha de hacer trampa en el concurso. Todo lo anterior se vive en Colombia.
En estrecha relación con estos dramas hay imágenes, más allá de diálogos y palabras, que también sacuden. El gran deterioro ambiental de estas megaciudades indias, las basuras que sofocan, las aguas podridas, los gigantescos barrios paupérrimos y miserables. Y todo en contraste con ese atisbo de sofisticación y glamour producto del milagro económico indio del que tanto se habla. También se ve un vertiginoso proceso de urbanización y grandes edificios en medio del caos.
Esta formidable película revela, en el transfondo de su relato visible, esa gran cantidad de injusticias, deterioros y despropósitos que inundan al mundo.
Al mismo tiempo de esta denuncia, hecha con delicadeza y sutileza, está la gran capacidad de Jamal Malik para sobreponerse a tantas dificultades y sobre todo su conocimiento derivado de su experiencia vital, como por ejemplo cuando intuye que el inventor del revolver fue Samuel Colt, no porque lo leyera en un libro, sino porque vio de cerca la muerte a través de un revolver Colt 45; o cuando sabe que en el billete de 100 dólares está la imagen de Benjamin Franklin, porque con un billete así empezó la búsqueda de su amor Latika. Esto nos muestra que la experiencia directa es la mejor fuente de conocimiento, superando con creces un enciclopedismo ajeno que muchas veces es más el perjuicio que nos causa como individuos y como sociedad.
Jamal nos deja muchas lecciones: su capacidad de ver más allá del dinero, su libertad ante una presión tan grande como la del concurso, su honestidad consigo mismo mientras era torturado y su amor por Latika, que valía infinitamente más que los 20 millones de rupias (mil doscientos millones de pesos aproximadamente).
Qué bueno que podamos ver más películas como “Quien quiere ser millonario” y que tengamos los ojos para ver lo que muestra en su profundidad, y lo más importante, que sirvan estas películas para aumentar nuestra conciencia de tantos problemas nos rodean y que requieren solución.