La única sustentación que ha circulado desde la primera reelección la ha dado el historiador José O.Gaviria, quién dice que Uribe es un líder excepcional de esos que solo se producen una vez por siglo y que hay que aprovechar sus luces y cambiar las reglas de juego para que el pueblo pueda tenerlo como opción. En su libro sobre el tema compara el fenómeno Uribe con Bolívar o Nuñez por estas latitudes o con hitos de otros lados como los de algunos emperadores, profetas o santos.
La Comisión Primera del Senado de la República aprobó sin debate alguno el referendo constitucional que autoriza la reelección presidencial por segunda vez consecutiva. Como dijo Posada Carbó no se tomaron el trabajo de sustentar su significado o bases jurídicas y pasaron por encima de toda advertencia de inconstitucionalidad. El Congreso de la para política vuelve a exhibir el estilo mafioso de imponerse de forma atrabiliaria: cambia sin pudor el texto que fue firmado por millones de personas, pasa por encima de impedimentos de congresistas que reemplazan a para políticos hoy sometidos a la justicia y subvalora el cuestionamiento político, ético y jurídico a la operación de recolección de firmas con irregularidades de todo tipo.
Sobre lo que está ocurriendo hay diversas valoraciones críticas pero todas coinciden en la necesidad de oponerse a la aprobación de un referendo reeleccionista que es contrario a la democracia y lleva a la destrucción del Estado Social de Derecho constitucionalmente establecido. La lista de antireeleccionistas significa que se ha conformado ya un amplio frente común que incluye a la Iglesia Católica, gremios como la ANDI, sectores empresariales antioqueños, voceros conservadores como Pastrana o Juan Gabriel Uribe el director del Nuevo Siglo, académicos como los decanos de Derecho, Economía y Ciencia Política de las más importantes universidades públicas y privadas, uribistas que ya están de precandidatos como Germán Vargas, Martha Lucia Ramírez y por supuesto a Mockus, la oposición liberal y del Polo Democrático.
El espectro de esa convergencia es tan amplio porque la pretensión reeleccionista destruye pilares fundamentales de la institucionalidad y se convierte en fuente de inestabilidad y nuevas violencias. Los gobiernos surgidos de ese atropello solo podrán ser de crisis y de nuevas transformaciones que dan mensajes nacionales e internacionales de desconfianza frente al futuro de Colombia. El reeleccionismo uribista es interpretado en Estados Unidos y Europa como una oscura operación para instituir un régimen autoritario, una especie de “dictadura civil constitucionalizada” al estilo de lo que intentó Fujimori en el Perú.
La única sustentación que ha circulado desde la primera reelección la ha dado el historiador José O.Gaviria, quién dice que Uribe es un líder excepcional de esos que solo se producen una vez por siglo y que hay que aprovechar sus luces y cambiar las reglas de juego para que el pueblo pueda tenerlo como opción. En su libro sobre el tema compara el fenómeno Uribe con Bolívar o Nuñez por estas latitudes o con hitos de otros lados como los de algunos emperadores, profetas o santos. Claro que hay otras versiones más prosaicas sobre la necesidad histórica del caudillo y en este caso van desde las que lo identifican con un proyecto de país basado en la recolonización o redistribución del territorio con macroproyectos agroindustriales, hasta los que lo asocian con la institucionalización de una clase emergente resultado del ciclo de acumulación violenta y mafiosa.
Hay que meterle cacumen para entender el porqué de la obstinación reeleccionista, pero mientras tanto no escapamos al verdadero dilema; o frente común por la democracia o reelección para la dictocracia.