• Extractivismo verde multinacional o nuevo paradigma socio energético –

Camilo González Posso

Presidente de Indepaz

(Capitulo 2 del texto sobre La explosión solar)

El informe de la Agencia Internacional de Energía sobre energías renovables señaló en 2022 que, en los próximos años, hasta 2027 y seguramente hacia adelante, la expansión de la energía eléctrica en el mundo estará a cargo de las energías renovables en más de 90%. Ese crecimiento se está dando sobre todo en China, Unión Europea, Estados Unidos y la India (AIE, 2022).

Entre las renovables las de mayor crecimiento son la eólica y la solar que dependen la producción de aerogenaradores en Europa, Estados Unidos y China; y de paneles solares que en 85% de la oferta mundial en 2023 está concentrada en China.

Con razón se afirma que encadenada con la crisis climática se está asistiendo al tiempo a la mayor crisis de la energía y a la más profunda transformación hacia una etapa histórica de decadencia de la energía fósil que puede pasar de ser a nivel global el 80% de la matriz de oferta de energía en 2022 a 55% en 2050 con una participación creciente de Fuentes Renovables de Energía No Convencional  (AIE, World Energy Investment, 2023) A corto plazo, en 2030, la energía fotovoltaica se anuncia como la de mayor crecimiento, seguida de la eólica y la nuclear.

Gráfico 1. Capacidad acumulada de energía por tecnología, 2010 – 2027

Fuente. AIE (2023)

La comprensión de las crisis y de los cambios en curso, en cuanto a fuentes de energía requiere considerar el problema en su totalidad con sus emergencias e interacciones. Esto exige considerar que la crisis de la energía resulta por una combinación de determinaciones que acompañan la catástrofe climática, el abismo energético y el reordenamiento de la hegemonía en una fase de ruptura del orden unipolar surgido después del colapso de la Unión Soviética.

La catástrofe climática se ha configurado con la sobresaturación de la atmosfera de gases de efecto invernadero producto de la destrucción de los sumideros de carbono, el cambio de uso de la tierra para explotaciones productoras de metano, el modelo agroindustrial y minero a costa de especies, bosques y del agua. Al tiempo con esta dinámica depredadora, la expansión capitalista se ha basado en el consumo de energía fósil con sobre emisión de dióxido de carbono en especial desde los países más industrializados y sus multinacionales. Esta dinámica de expansión ha llevado al calentamiento global con sus manifestaciones catastróficas en el planeta, para millones de especies y para los sectores más empobrecidos y vulnerados de la humanidad.

El ciclo de producción y consumo de energía fósil ha generado en el siglo XXI lo que se ha denominado el abismo energético (Ocampo, 2018) por la creciente demanda y desperdicio de energía en condiciones de desaceleración de hallazgos y reservas de petróleo y gas, encarecimiento de los incrementos marginales, utilización de técnicas de producción costosas y de mayor impacto destructivo. Ese abismo energético no es un fenómeno natural pues la perspectiva de inflexión hacia el agotamiento está asociada a la influencia del control oligopólico de la producción de hidrocarburos y la manipulación de precios con ganancias extraordinarias para países y multinacionales.

Los conflictos de poder en el planeta, con la perdida de hegemonía de los Estados Unidos y la inminencia del multipolarismo, ha colocado a la energía en el centro de las disputas y de las guerras, como se ha visto en Ucrania con la invasión rusa y el juego de intereses económicos, militares y geopolíticos amparados por la OTAN (González, 2023). Es una historia con antecedentes recientes en la ocupación de Kuwai, Irak, Libia, entre otros.

Europa ocupa un lugar central en la crisis de energía en tanto sus países han sido importadores de petróleo y gas durante un siglo y se han visto sometidos a los problemas de oferta desde Medio Oriente y norte de África. En el siglo XXI Rusia se volvió el principal proveedor de gas y petróleo para Alemania, los países de Europa oriental, Bélgica y otros (Grigas, 2016)

La integración creciente de Rusia a Europa en la última década, y el avance de la presencia China en esa región se convirtieron en un desafió al interés de dominio y control de los Estados Unidos y en una amenaza para la continuidad del orden de post guerra recompuesto después de la disolución de la Unión Soviética.

Al avance de China, en estas décadas se sumó la emergencia de Alemania como potencia integradora de Europa como polo de poder, en una relación cada vez más estrecha con Rusia capitalista y proeuropa.

La guerra en Ucrania, que es parte de una disputa de potencias por el reordenamiento de la hegemonía en el planeta, ha servido para precipitar una nueva etapa en la guerra por la energía, por los minerales críticos y su utilización para un nuevo reparto impuesto por pactos militares geoestratégicos.

Todas estas variables, que interactúan entre sí, han influido en la irrupción de un movimiento social internacional de resistencia desde los países más vulnerados en el “Sur Global” en alianza con movimientos ambientalistas en los países que son potencias contaminantes. Los desequilibrios de la crisis de la energía para las economías, ecosistemas y condiciones de vida en la mayor parte de los países del planeta, han llevado a la presión por compromisos de mitigación, adaptación y reparación de daños.  La descarbonización y la diversificación de fuentes de energía para reducir el peso del carbón y los hidrocarburos se colocó como un imperativo ético y de defensa de la vida frente a la depredación inherente a la cultura del hiperconsumo, la obsolescencia programada y de explotación capitalista, codiciosa e ilimitada de los bienes de la naturaleza.  

Los informes de la Agencia Internacional de Energía (AEI, 2022) y del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC, 2022), se concentran en los aspectos técnicos y en las manifestaciones de la crisis de energía y del “cambio climático”. Pero esa interpretación “científica” y técnica, silencia los aspectos determinantes de la crisis y se nivela bajo limites, análisis y propuestas que no choquen con los intereses de las grandes potencias que concurren en las Naciones Unidas, Cumbres del Clima y la definición de convenios o tratados multilaterales. Los diagnósticos y estrategias que se formulan parten del supuesto de que los mecanismos de mercado son los de mayor viabilidad y que la descarbonización e introducción de las energías renovables deben operar sometidos a la racionalidad de nuevos negocios liderados por las potencias contaminantes.

En estas circunstancias del juego del poder mundial, y de las guerras que incluyen a la energía, el escenario de expansión de las energías renovables no convencionales no responde simplemente a las preocupaciones por el calentamiento global. Las grandes potencias han colocado la soberanía energética como asunto de seguridad nacional y de estrategia geopolítica y militar. Desde esa perspectiva asumen la diversificación de la matriz de energía y las respuestas a los impactos del cambio climático. Los compromisos de descarbonización con reducción de emisiones de gases de efecto invernadero son modulados según conveniencias económicas y geopolíticas como se muestra con la decisión de llevar la guerra en Ucrania a un bloqueo de las importaciones de gas y petróleo desde Rusia a Europa.

Los minerales críticos para la transición con energías renovables

Con la guerra y la manipulación de la oferta de hidrocarburos, los precios de la energía y de sus materias primas se han incrementado en todo el mundo, incluidos los del carbón. En esta disputa la recuperación económica después de la recesión marcada por la pandemia del Covid 19 presenta al tiempo mayor producción de energía de fuente fósil y ampliación de la producción de energía de otras fuentes. La competencia se amplia a la lucha por mercados y negocios de energía entre los cuales ocupa el primer lugar la eólica y solar. Esto incluye la competencia por los minerales críticos de la transición, o de la recomposición, energética.

Gráfica 2. Minerales necesarios según tecnologías

Fuente. Carralero, 2022

En directa proporción con la aceleración de la producción de energía eólica y solar se está incrementando la presión por los minerales necesarios para las tecnologías de la transición y por otros insumos. Entre esos minerales se encuentra el litio y el cobalto utilizados en baterías de vehículos eléctricos y en almacenamiento; el grafeno muy importante, con el silicio, en la fabricación de paneles solares; el neodimio y disprosio que se usan en la producción de turbinas eólicas. Entre los llamados minerales críticos se encuentran también la plata y las tierras raras (AIE, 2022).

En la producción de paneles fotovoltaicos se requiere, entre otros, de aluminio, etilvinil acetatato, tereftalato (PET). También es creciente la demanda de insumos para los convertidores que requiere el circuito fotovoltaico con sus componentes electrónicos incluidos transistores y los circuitos impresos. El cobre es utilizado para la fabricación de circuitos impresos y se demanda también para embobinados, conductores, trasmisores, entre otros.

El carácter finito, agotable, de los minerales críticos, lleva a relativizar la condición renovable de la materia prima para las llamadas energías renovables, como la eólica o la solar fotovoltaica. Con la expansión acelerada que se está impulsando en muchos países, en pocas décadas se tendrán ocupadas las zonas con mayor potencial de viento y sol y los nuevos desarrollos tendrán rendimientos decrecientes.

La AIE (2022) ya ha alertado sobre estos asuntos indicando que Estados Unidos, los países de Europa y otros aliados deben buscar independencia de los suministros que en la actualidad controla China.

La elevada dependencia de países concretos como China para el suministro de minerales críticos y para muchas cadenas de suministro de tecnologías limpias es un riesgo que acecha a las transiciones, pero también lo son las opciones de diversificación que impiden los beneficios del comercio (AIE, 2022) 

También han alertado sobre los problemas de seguridad nacional que se desprenden del déficit de estos países en reservas de minerales críticos. La oferta de esos minerales ya refinados y procesados está concentrada en China con porcentajes que superan el 50%.

Tabla 1. Minerales críticos para los equipos necesarios en la producción de energía de fuentes renovables no convencionales

Fuente. Washington Post, 2023

El informe publicado por el Washington Post (2023) muestra que Europa y Estados Unidos dependen de las reservas en África (Sudáfrica, Gabón y Congo), Latinoamérica (Chile, Bolivia, Argentina), China, Australia e Indonesia.

Tabla 2. Minerales para acumular energía, reservas por países. 2023

Mineral crítico para baterías de vehículos y para acumular energía renovable	Principales reservas (significan más del 85%)
Litio	Australia, Cono Sur LA, China
Bauxita (para aluminio)	China, Australia, Guinea, Brasil, India, Indonesia
Manganeso	Sudáfrica, Australia, Gabón, China
Cobalto	Congo (75%), Rusia, Indonesia y Australia
Níquel	Indonesia, Filipinas, Rusia, Canadá, Australia, China, Brasil

Fuente. Washington Post, 2023

Mapa 1. Minerales críticos en el mundo

Fuente. Washington Post, 2023

Esta distribución de reservas de materias primas críticas de la transición lleva a la disputa entre multinacionales interesadas en garantizar el control para su beneficio. El citado informe del Washington Post (2023) describe los problemas sociales y ambientales de la minería crítica en Guinea, Congo, Gabón y la angustia por la supremacía china en tierras raras.

El gobierno de Guinea dice que cientos de millas cuadradas que alguna vez se usaron para la agricultura han sido adquiridas por compañías mineras para sus operaciones y carreteras, ferrocarriles y puertos asociados. Los aldeanos han recibido poca o ninguna compensación, dicen lugareños y activistas de derechos.

El setenta por ciento del cobalto del mundo se extrae en la República Democrática del Congo. Las empresas mineras estatales y chinas dominan el sector. Pero el 15 por ciento de las operaciones mineras del Congo están en el sector informal, con más de 200.000 personas trabajando en minas no reguladas y mal ventiladas. El Departamento de Trabajo de EE. UU. estima que entre 5000 y 35 000 niños, algunos de tan solo 6 años, trabajan en estas operaciones no reguladas.

Tres de las mayores reservas actuales se concentran en el “triángulo de litio” de América del Sur, donde las áridas salinas de Argentina, Bolivia y Chile facilitan la extracción de litio simplemente evaporando el agua salada de las cuencas. El aumento de la demanda de litio amenaza con agotar el suministro limitado de agua de la región, desplazando a las comunidades indígenas.  

La trayectoria de precios de los minerales está condicionada por la geografía de los recursos y los intereses de las grandes potencias, en especial desde Estados Unidos, Europa y China. El incremento previsto de la oferta en el caso del cobalto, cobre y el litio permitirá producir el 50% de los vehículos eléctricos nuevos en 2040 con un crecimiento exponencial.

La energía solar fotovoltaica requerirá casi triplicar la demanda de cobre y, a pesar del aumento de la capacidad anual, la demanda de plata y silicio será menor en 2040 que en 2030, y sólo un 18% y un 45% mayor que en 2020. La energía eólica, por su parte, requerirá importantes cantidades de tierras raras -como neodimio y el praseodimio- y cobre (600 kt al año), impulsada por la eólica marina que requiere un mayor cableado. La expansión de la energía eléctrica, requerirá una gran cantidad de metales, principalmente cobre (150 Mt anuales aproximadamente) y aluminio (210 Mt anuales aproximadamente). La energía nuclear es una de las tecnologías con menos emisiones de carbono y al mismo tiempo, tiene un bajo requerimiento de metales (Gobierno de Argentina, 2022).

La nueva ola de minería para la transición ya ha prendido alertas para afrontar y mitigar impactos de la extracción a gran escala en los ecosistemas locales, incluyendo la deforestación, degradación del suelo y contaminación de aguas. A esto se suman los conocidos conflictos de la gran minería con las comunidades locales, muchas veces obligadas al desplazamiento, a conflictividades violentas y a tratos injustos en cuanto a la participación en los beneficios económicos.

La lectura de la crisis climática y de energía en los países del sur y en particular en Latinoamérica se hace desde la óptica de las potencias contaminantes y sus prioridades en el reordenamiento del capitalismo global. Así toma forma una ideología dogmática de la transición acelerada bajo el modelo de un nuevo extractivismo verde: los países vulnerados deben alinearse con la apertura a las multinacionales que ofrecen la tecnología e inversiones para empresas verdes y extracción de los minerales críticos. También se imponen las condiciones de precios altos y beneficios tributarios, laborales y financieros para garantizar altas tasas de retorno de los nuevos negocios.

En Colombia se han dado pasos para ubicar la respuesta a la crisis climática en las encrucijadas dominantes y de resistencia que están abriéndose camino. El discurso hegemónico ha sido el de la adaptación a las condiciones construidas por el gran capital, sus multinacionales y centros de pensamiento. Frente a esa opción se escuchan las aún débiles alternativas de una transición disruptiva que implique un cambio de paradigma y una estrategia de negociación Latinoamericana para lograr espacio a modelos de transición ecosocial, ambiental y de energía que signifiquen cambios con mayor equidad, compensación y pago por daños ambientales, incorporación a un orden mundial sin guerra, ni pueblos sacrificados para el beneficio de los nuevos negocios de las potencias contaminantes.

Bibliografía

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