Si, con el pretexto de la guerra antinarco y antiterrorista, Colombia se transforma en portaaviones y central de inteligencia gringa para espiar a los vecinos o como fuerza de contención del nacionalismo latinoamericano, tendremos conflictos para otras décadas.
Insólito el nombre de la audiencia que convocaron las comisiones de paz de la Cámara y el Senado de la República para escuchar a decenas de iniciativas regionales y nacionales de paz. En este país tantas cosas están patas arriba que hablar de paz en el Congreso de la República es toda una osadía que puede ser interpretada como inoportuna o señalada como ingenuidad caguanera.
El señor Frank Pearl, Alto Comisionado para la Desmovilización, que está por posesionarse como Alto Comisionado del Presidente para asuntos de paz, decidió a última hora no asistir al encuentro en el Capitolio, tal vez porque no quería repetir su tesis sobre los 15 años que faltan para llegar a la paz por la vía de la presión militar y las deserciones con recompensas individuales.
Ya tendrá oportunidad de hacerse entender el doble comisionado, no solo en ese tema sino en la respuesta ante el Congreso por el desacato a la Ley 434 que obliga al Presidente y al comisionado de paz a citar cada tres meses al Consejo Nacional de Paz. ¿Heredó Frank Pearl el menosprecio que mostró Luis Carlos Restrepo por el Estado de Derecho cuando considera que la aplicación de la Ley puede estar en conflicto con alguna iniciativa de gobierno? Durante 7 años Restrepo se burló del Consejo Nacional de Paz y en lugar de las 43 reuniones que ordenan las normas para dotarse de una política de paz y ejercer la democracia participativa en este tema crucial, solo permitió 3 y eso porque el Tribunal de Cundinamarca lo conminó ante una moción de desacato presentada por el delegado de las iglesias cristianas. Algunos dirán que son los afanes del “estado de opinión” que coloca los mecanismos ad hoc por encima de las instituciones de la democracia representativa o participativa.
Sería iluso decir que con el diálogo con las comisiones de paz del Congreso la paz ha vuelto a la agenda del Congreso de la República, pero el espacio que se ha abierto es un buen síntoma de que se puede ampliar la alianza de los que piensan que la superación de 50 años de violencias requiere un enfoque distinto al de llevar la guerra hasta el fin. La apertura de las campañas electorales y los cambios en el panorama internacional le están dando oportunidad a otras alternativas que rescatan la vía ciudadana y democrática hacia la paz y la necesidad de mirar consensos básicos frente a problemas estructurales que han llevado a décadas de conflictos armados.
En el orden del día del Congreso han quedado temas que pueden ayudar a que la paz vuelva a estar en las prioridades de los políticos y también de la gente. Se habló de la importancia de una presión ciudadana para un cese de hostilidades aunque sea por seis meses y por gestos y compromisos humanitarios que signifiquen no solo el fin del secuestro sino un pacto de respuesta al grave problema del desplazamiento, la desaparición, los homicidios, las chuzadas y los falsos positivos.
El debate que se ha abierto por la autorización de neobases militares de Estados Unidos es también crucial para la paz. Si, con el pretexto de la guerra antinarco y antiterrorista, Colombia se transforma en portaaviones y central de inteligencia gringa para espiar a los vecinos o como fuerza de contención del nacionalismo latinoamericano, tendremos conflictos para otras décadas.
Digamos por lo pronto que el rechazo a la guerra adentro y en las fronteras está tocando a la puerta del Congreso y de las agendas políticas.