Camilo González Posso
El abrazo de Donald Trump al presidente Iván Duque estuvo acompañado de varios mensajes comenzando por pedir a cambio de nada bueno que se reafirme la alianza estratégica como el alfil número uno de los interés de Estados Unidos en la región. En su discurso ante la asamblea general de las Naciones Unidas, este 27 de septiembre Trump invocó a Monroe, el presidente de Estados Unidos que proclamó en 1823 “América para los americanos” reservándose desde entonces el derecho imperial de colocar primero a Estados Unidos y a su doctrina de intervención militar para apoderarse de países, imponer gobiernos, colocar a sus marines y agentes secretos.
Desde el máximo escenario del multilateralismo Trump se despachó en contra de todo compromiso con los principios de la comunidad de naciones, amenazó a la Corte Penal Internacional de hacerle sentir su poderío si osaba enjuiciar a algún militar estadounidense por sus actuaciones en Irak o Afganistán, anunció que seguirá conspirando para promover un golpe militar en Venezuela, declaró que Estados Unidos no se somete a ninguna instancia internacional ni en derechos humanos ni en nada y proclamó el derecho de su gobierno de intervenir en cualquier parte a nombre de la defensa de sus intereses y bajo el pretexto de la injerencia humanitaria o la lucha en contra de las drogas.
Al estilo de McCarthy en la llamada “guerra fría”, que declaró enemigo comunista a cualquier contradictor, Trump bautizó como peligro para su país a todo gobierno que promueva el socialismo, como califica equivocadamente al régimen fallido de Maduro y por extensión a todo aquel que tenga pretensiones nacionalistas, progresistas, liberales, del Estado del Bienestar o socialdemócratas. No le faltaron amenazas a China, Rusia, Irán ni advertencias de represalias a los países de la Unión Europea y a los burócratas internacionales que pretendan aplicarle a Estados Unidos la dosis que Trump se reserva para imponérsela a otros desde su unilateralismo. Con razón los embajadores y mandatarios presentes en la Asamblea de Naciones Unidas se le rieron al iniciar su alocución y se cruzaron de brazos sin aplausos cuando terminó de hacer el ridículo.
Al presidente de Colombia, Trump lo trató como a un mensajero de bolsillo: cumpla su tarea contra el narcotráfico – le dijo delante de todos – o pase a la historia como un fulano más y, no se olvide de apoyar mis intereses en Venezuela y mi plan de recuperar el continente para la órbita de negocios con las compañías estadounidenses que están sometidas a la competencia de europeos y asiáticos.
Se entiende como parte de la deliberación multilateral que los gobernantes presentes en Naciones Unidas o en el Consejo de Derechos Humanos se preocupen por la situación humanitaria en Venezuela o en otros países en donde se presentan graves situaciones de violencia y de migraciones internacionales por guerras y crisis económica. También suena razonable que Michele Bachelet pida a Venezuela que facilite la visita de una misión de observación que, como ocurre en Colombia en forma permanente, informe sobre la situación de derechos humanos. Pero lo que resulta escandaloso es que a los ojos de todo el mundo se promuevan alianzas entre países latinoamericanos para acompañar a Estados Unidos en la campaña por una salida militar en Venezuela que incluye según dijo Trump el recurso a sus métodos más duros, es decir a operaciones como la intervención en Granada (1983) y en Panamá (1986) cuando entraron matando gente para llevarse a su agente de la CIA que tenían de presidente.
El aventurerismo que promueve la guerra y la injerencia militar en Estados Unidos tiene alarmados a los sectores democráticos en Colombia, como muestran editoriales, artículos, columnistas de varios medios y declaraciones de algunos líderes políticos. Ejemplo de estas posturas que, aunque son fuertes críticos de Maduro, se pronuncian en contra de la injerencia militar externa en Venezuela se ilustran con editoriales en El Espectador, Nuevo Siglo y Semana:
“Ningún camino debe llevar a la intervención militar en Venezuela. Aunque Donald Trump está utilizando su presidencia de Estados Unidos para amenazar al régimen de Nicolás Maduro con un golpe de Estado, Colombia y la comunidad de países no pueden aceptar ese tipo de despropósito en la región. La única salida es la presión diplomática”. El Espectador, 09/26/2018
“Es urgente, por tanto, que Naciones Unidas tome cartas en el asunto, a través de la Agencia para los Refugiados y la Organización Internacional de Migraciones. Se requiere apoyo técnico y financiero de inmediato, e incluso el tema debería ser llevado al propio Consejo de Seguridad” El Nuevo Siglo, 8/29/2018. (En el Consejo de Seguridad están varios gobiernos que vetarían cualquier propuesta de intervención militar en Venezuela).
“A pesar de que el régimen de Maduro está colapsando, una intervención militar en Venezuela sería catastrófica. Colombia tiene que asumir una posición categórica en contra”, Revista Semana, 9/23/2018
Pero a pesar de ese sentimiento nacional anti guerra, se vienen dando pasos para preparar a Colombia como cómplice de una intervención militar en Venezuela: El embajador en Washington, Francisco Santos, lo primero que hizo cuando presentó credenciales y se abrazó con Trump fue decir que una salida militar está entre las opciones; y ya sabemos la capacidad de conspiración que tiene Pacho Santos y de las ideas que se le pueden ocurrir sentado con Alberto Moreno (uno de los artífices del Plan Colombia) y en contacto con lo halcones del Departamento de Estado y del Comando Sur. Como recuerda John Jairo Cárdenas, representante a la Cámara por el Partido de la U, el expresidente Álvaro Uribe llamó a los soldados de Venezuela a dirigirse en contra de Maduro y señalo que “cuando hay un gobierno culpable de una crisis, hay que intervenir por razones humanitarias”. Algunos dirigentes políticos de la derecha han recomendado “una operación quirúrgica como la que hizo Estados Unidos en Panamá” contra Noriega.
Y más preocupante que todas las declaraciones irresponsables son los preparativos militares que incluyen el incremento del presupuesto de defensa en 427 mil millones de pesos, para la compra de tanques, cohetes antiaéreos y aviones de combate. La prioridad presupuestal se está poniendo en la guerra mientras se reducen 445 millones de pesos a la inversión en desarrollo rural. Y en correspondencia con estas estrategias se está militarizando la frontera con Venezuela y son mucha las voces irresponsables que alimentan los vientos de guerra.
La gravedad de la situación está presionando al pronunciamiento de sectores políticos y sociales en contra de cualquier intervención militar en Venezuela o de complicidad desde Colombia con incitación a golpes militares o acciones encubiertas o abiertas de Estados Unidos y potenciales aliados suyos en el vecino país. ¿A dónde nos llevarían las doctrinas de James Monroe y J. McCarthy hoy resucitadas que justifican intervenciones militares y acciones golpistas en países que Estados Unidos o cualquier otro considera que están en crisis humanitaria o que son dictaduras peligrosas?
La convergencia contra la intervención militar agrupa a muchos, incluso a quienes pensamos que en Venezuela no hay ni socialismo ni democracia. Por encima de toda discrepancia sobre las calificaciones al régimen de Maduro se impone la urgente campaña en contra de la injerencia militar en Venezuela.
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