Por: Francisco Javier Cuadros
@cuadrosfjc
La crisis climática es uno de los desafíos más apremiantes de nuestro tiempo, y la reciente COP 16 en Cali, Colombia, ha puesto de relieve la urgencia de abordar este problema. Como colombiano, es un motivo de orgullo que nuestra tierra sea el escenario de este importante encuentro internacional, entre los farallones de Cali y el Río Cauca líderes y ciudadanos convergen para discutir el futuro del planeta. Cali salsera, la sucursal del cielo, por 15 días, será la sede de la esperanza y el compromiso de nuestra nación en la lucha por un mundo más sostenible.
A medida que el clima de nuestro planeta continúa cambiando de manera alarmante, los datos son innegables: las temperaturas globales han aumentado aproximadamente 1.2 grados Celsius desde la era preindustrial, y las proyecciones indican que podríamos superar el límite de 1.5 grados en apenas una década si no tomamos medidas drásticas.
Uno de los efectos más devastadores de la crisis climática es su impacto en la biodiversidad. Según el Informe Global de Biodiversidad de las Naciones Unidas, aproximadamente 1 millón de especies en peligro de extinción enfrentan la extinción en las próximas décadas debido a la pérdida de hábitat, la contaminación, la sobreexplotación y, en gran medida, el cambio climático. Las temperaturas más altas alteran los ecosistemas, provocando la migración de especies y la destrucción de hábitats críticos.
En los océanos, el calentamiento y la acidificación del agua están causando la desaparición de los arrecifes de coral, que albergan aproximadamente el 25% de la vida marina. Se estima que hasta el 90% de los corales podrían estar en peligro de extinción para 2050 si las tendencias actuales continúan. En tierra, el deshielo de los glaciares y el aumento del nivel del mar amenazan a las especies que dependen de estos hábitats, como los osos polares y las focas.
La COP 16 ha sido una oportunidad para discutir estos problemas críticos y la necesidad de proteger la biodiversidad como parte integral de la lucha contra el cambio climático. La conservación de los ecosistemas no solo es vital para la supervivencia de las especies, sino que también proporciona servicios esenciales para los seres humanos, como la polinización de cultivos y la regulación del clima.
Reflexionando sobre lo que está en juego, es imperativo que todos, desde los responsables políticos hasta los ciudadanos, asuman su parte de responsabilidad. Las soluciones están al alcance: energías renovables, reforestación, prácticas agrícolas sostenibles y creación de áreas protegidas son solo algunos de los caminos que podemos seguir. Sin embargo, estos cambios requieren no solo voluntad política, sino también un cambio cultural que priorice la sostenibilidad sobre el crecimiento económico a corto plazo.
Dentro de las decisiones políticas necesarias está la creación de incentivos para prácticas agrícolas sostenibles, el fomento de la agroecología, la rotación de cultivos y la reducción del uso de pesticidas y fertilizantes químicos. Adicionalmente, es crucial que los países desarrollados aumenten su apoyo financiero a las naciones en desarrollo para ayudarles a adaptarse a los efectos del cambio climático y a implementar soluciones sostenibles. Esto incluye inversiones en infraestructura resiliente y proyectos de conservación de la biodiversidad.
Como diría Bobby Cruz “Agúzate”, es momento de afinar nuestros sentidos y actuar con determinación. Esta melodía, que resuena con el espíritu salsero, nos recuerda que es hora de movilizarnos y trabajar juntos. A medida que avanzamos en la década decisiva para el clima, debemos recordar que la inacción no es una opción. La COP 16 nos ha brindado una plataforma para discutir, debatir y, sobre todo, actuar. La cuestión no es si podemos enfrentar la crisis climática, sino si lo haremos a tiempo. El futuro del planeta y de las generaciones venideras depende de nuestras decisiones ahora. Es una cuestión de tiempo, y el tiempo se está agotando.