Gradualidad selectiva con el campesino y velocidad contra las mafias
Por Camilo González Posso
Bogotá D.C. 21 de diciembre de 2022
En el Encuentro de campesinos e indígenas realizado el 15 del diciembre con presencia del presidente Gustavo Petro, se presentaron muy importantes propuestas sobre las alternativas al poder territorial de la economía de la coca destinada a la producción de cocaína. Los Barí reclamaron, entre otros puntos importantes “Declarar al Catatumbo como zona especial y diferenciada sin cultivos de uso ilícito, sustitución de uso de coca, asistencia técnica e investigación sobre lo que se puede hacer con la hoja de coca”. Muchas organizaciones campesinas se pronunciaron por el cambio urgente de la economía de la coca atrapada por mafias y violencia y el paso acelerado a la producción de alimentos. Todos hablaron de gradualidad, aunque sobre el contenido de ella no fueron más allá de pedir garantías para la sustitución de ingresos.
La intervención del presidente Petro puso su centro en la idea de convertir al Catatumbo en una potencia de producción de alimentos, con procesos de transformación en economía popular, en lugar de ser el mayor enclave de producción de cocaína. Destacó, como ya lo había hecho en el Putumayo, el plan de transformar a los cultivadores de coca que se encuentren en zonas de reserva forestal en cuidadores de la selva retribuidos por sus servicios ambientales; colocó todo el énfasis en el cuidado del agua y la recuperación de condiciones para los ciclos hídricos; anunció programas para la juventud como el de la Universidad de El Tarra con 3.500 estudiantes al año y el de 1.500 gestores de paz y ambiente en El Catatumbo financiados a corto plazo; convocó a la acción común para recuperar los sumideros de CO2, reconstruyendo en lo posible áreas deforestadas. También habló de vías para facilitar la comercialización de la producción de alimentos generada en las economías campesinas. Al lado de todo esto, el presidente tranquilizó a las familias campesinas indicando que el camino no es el de la represión sino el de la sustitución gradual de esas economías depredadoras por economía de vida y alimentos.
Es seguro que hago una lectura de los discursos tamizada por mis prejuicios y por el interés de colocar el acento en las ideas transformadoras y menos en una abstracta interpretación de la gradualidad que pueda ser interpretada como tolerancia o hasta justificación de la permanencia y expansión de la producción de pasta básica y cocaína en territorios étnicos o de comunidades campesinas organizadas.
Lo que se ha dicho en El Catatumbo es de gran utilidad en todas las regiones de Colombia en donde la coca producida para pasta básica y cocaína tiene una gran influencia. Cerca del 50% de los cultivos de coca y producción de pasta básica en el predio se hace en territorios étnicos y en zonas de reserva forestal (UNODC, 2022). El 25% de esa producción la hacen campesinos en algún pedazo de su predio – ya sea con trabajo familiar o con arreglos de coparticipación – y el otro 25% es producción directamente controlada por narcos y agentes armados.
Esas diferencias en la territorialidad llevan a diferentes propuestas desde las comunidades y destaca la importancia de iniciativas como la Minga hacia adentro y otras desde las autoridades indígenas y de los Consejos Comunitarios que, como los Bari, no quieren laboratorios, ni armas, ni reclutamiento de jóvenes en sus territorios. Estos sectores han declarado en varias ocasiones su rechazo a las economías destinadas al narcotráfico por los graves impactos que han tenido con la presencia violenta, la agresión de armados que confrontan a las guardias étnicas y quieren debilitar a las organizaciones y a sus autoridades para imponer su ley del terror.
Aquí, en los territorios étnicos, la palabra no es convivencia con las mafias, ni otra que quiera decir lentitud o espera a la otra economía. La palabra es celeridad autogestionada y dejar la pasta básica de cocaína como condición y posibilidad para una economía de la vida y una relación de armonía y respeto con la Madre Tierra. La Minga hacia adentro tiene consideraciones de urgencia desde la espiritualidad y la pervivencia de pueblos que son agredidos por los agentes del narcotráfico que llegan con sus semillas, agrónomos y dictaduras de armados.
En las comunidades campesinas que conviven con la coca y la pasta básica la ruta puede ser diferente a la acelerada que piden las comunidades étnicas. Allí se habla de economías agroalimentarias y ecológicas, de Territorios de vida y paz, con programas de otro desarrollo, este autogestionado, endógeno y desde la pequeña producción y la asociación. Ya se han hecho pilotos y con el Plan de Acción Inmediata se intentaron soluciones familiares y de corto plazo. En Nariño se recuerda el programa ¡Si se puede! que tuvo buenos resultados antes de quedar desfinanciado. En Cauca se han tenido experiencias como el Laboratorio de Paz que pueden replantearse para diseñar programas de territorios de vida y paz por provincias o Regiones Especiales de Planeación.
Ahora lo que se reclama son programas macrorregionales, planes de inversión y de vida de gran impacto, integrales y simultáneos. Nada de planes seudograduales entendidos como lentos o de pequeña escala. Ni tampoco ayudas que se vuelvan complemento a la persistencia de la producción de pasta básica y de cocaína. La invitación con PNIS reformulados es, para seguir la metáfora de Felipe Tascón, a soltar el vejuco envenenado y a asumir de lleno una opción de vida que permita fortalecer comunidades productoras y cuidadoras del agua y de la Madre Tierra.
La política en general y la redefinición que se anuncia al PNIS, no es la misma en estas situaciones de territorios étnicos, ambientales y de comunidades campesinas organizadas, que en donde lo que se ha impuesto es el monocultivo agroindustrial de coca para pasta básica y cocaína.
En estos casos los narcotraficantes y sus armados han sometido poblaciones, compran tierras, dan prioridad a la compra de pasta básica, defienden con armas los laboratorios y tienen sus bases de apoyo para imponer el terror. Como lo señalan muchos en El Catatumbo, estos enclaves necesitan la guerra y chocan con los intereses de la construcción de comunidades y planes de vida.
Toda ruta que se proponga la defensa de la vida y del empoderamiento de comunidades, de sus guardias autónomas y de la seguridad alimentaria, chocará con los intereses de las mafias y de los grupos armados que están a su servicio o que dependen de las rentas del narcotráfico o del lavado de activos. Por eso la estrategia en el eslabón de la producción esta encadenada a los otros eslabones que contemplan la seguridad humana y la paz total. Con razón el presidente Petro llamó de nuevo a sacar las armas de las comunidades y muchos desde el gobierno hablan de la importancia de ir rápido al monopolio de las armas en el Estado.
Después del Encuentro de campesinos en El Catatumbo, voceros de Estados Unidos han declarado que esperan que se mantengan los programas de erradicación forzada mientras llegan bien formulados y financiados los programas de sustitución voluntaria. Este es otro capítulo que hay que revisar con cuidado. Ya se ha advertido de los pobres resultados de la erradicación forzada a pequeños productores que tuvo lugar en el cuatrienio pasado y del fracaso de toda esa estrategia de erradicación forzada que tiene altos costos, baja eficacia, alta resiembra y completo abandono post erradicación. Sin estos planes post erradicación se deja en el aire a los raspachines y las mafias que tienen grandes cultivos y producción de pasta básica se recomponen rápidamente. Es lo que se ha llamado efecto globo en los cultivos y “efecto cucaracha” de los carteles.
También se ha advertido que la cooperación internacional en la lucha contra el narcotráfico debe reenfocarse desde la prioridad del cuidado de la salud y de los derechos humanos. Así lo recuerda el informe global publicado en 2022 y lo señaló la Cumbre de las Naciones Unidas sobre las drogas que en 2016 llamó a descartar la guerra y el ataque a los campesinos cultivadores. De estos temas y otros que enfrentan al prohibicionismo, o que señalan el camino de la regulación y la descriminalización del consumo, de la producción estatizada de cocaína, se ocupará el Encuentro Internacional que se está programando para ser realizado en 2023.